Cuando
éramos pequeños y pronunciábamos el “y tú más”,
nos quedábamos tan anchos. La impresión de que el otro era más “gafudo”,
más cara “güevo”, más “feo” o más “torpe” que nosotros, nos envolvía de una sensación agradable y nos
hacía sentir mejores.
Hemos
crecido, pero la necesidad de que los demás estén peor que tú para sentirnos
mejor, parece ser una realidad. Yo misma, cuando me diagnosticaron el cáncer,
pensaba que seguro había cosas peores.
Evidentemente era una forma de consolarme.
Rosaura,
en La Vida es Sueño, consuela a Segismundo:
(…)
Solo
diré que a esta parte
hoy
el cielo me ha guiado
para
haberme consolado,
si
consuelo puede ser
del
que es desdichado, ver
a
otro que es más desdichado.
Cuentan
de un sabio que un día
tan
pobre y mísero estaba,
que solo se sustentaba
de
unas hierbas que cogía.
¿Habrá
otro, entre sí se decía,
más
pobre y triste que yo?,
y
cuando el rostro volvió
halló
la respuesta, viendo
que
otro sabio iba cogiendo
las
hojas que él arrojó”.
(…)
Desconozco
si el primer sabio se quedó más tranquilo al ver que había uno peor que
él, pero si realmente era sabio, lo
dudo.
En
este tiempo que ha durado mi enfermedad y ahora en el tiempo de la recuperación,
hay quien me cuenta sus batallas menores, vaya, sus problemillas de salud. Tras
el relato pormenorizado concluyen con un: - “pero bueno, ¿qué te voy a contar a
ti? ¡lo tuyo es mucho peor!”. ¡Toma ya! Ciertamente lo es, seguro que mucho peor, pero
que te lo digan así, abiertamente, no deja de parecerme ligeramente cruel,
falto de sensibilidad y es la viva encarnación del “ y tú, más“. Aunque
probablemente la intención sea empatizar con el dolor y no ofender.
Tenemos
una extraña necesidad de ser superiores a los demás, de tener más y ser
mejores. Nos conmueve el sufrimiento ajeno, pero éste se mezcla con el alivio
de no ser nosotros los desgraciados.
Cuando
has paseado por el horror, pero has conseguido retomar la senda de la vida, ya
no te comparas. No dedicas tiempo a pensar si lo que te toca es mejor o peor.
Simplemente es lo que es, lo aceptas, lo asumes, aunque cueste trabajo. Miramos hacia nosotros mismos
y nos decantamos por la opción que hace unos años escuché al poeta Pepe Hierro:
“a mayor dolor, mayor felicidad”. Todo
vuestro. Salud.