Sé que no soy nada
original si digo que la vida es el aquí y el ahora. Ciertamente me lo creo y
“mi ahora” es el momento que estoy escribiendo y el vuestro, el que estáis
leyendo. No hay más. Mejor no ocuparse por el mañana, o por lo que ocurrirá
dentro de un momento…pero claro, esto es complicado y necesita un
entrenamiento.
Los que nos empeñamos en una cosa y no paramos hasta
conseguirla, sabemos que no hay nada ni nadie que nos impida llegar a nuestro
objetivo. Ciertamente es una cuestión de tiempo. Nunca he considerado la
tenacidad como un valor, más bien me he tenido por cabezona, pero ante una
situación como la que he pasado, le he puesto un marco de plata y la he colocado
cerca de unas estampitas de María Auxiliadora.
No importan los consejos que nos den, las advertencias,
los testimonios que leamos…lo que cuenta es nuestra propia experiencia y por
muy empáticos que seamos, nunca
llegaremos a ponernos de una forma consciente y real en el pellejo de los
demás. Es imposible.
He estado en las dos partes, primero en la de la invulnerabilidad y
después en la de la vulnerabilidad. No voy a decir por cual me decanto pero es
evidente que sin equipaje, se vive
mejor. Entonces, digo yo, si la vida nos llena la mochila, ¡algo habrá que
hacer con lo que llevamos dentro! ¿o no?. Pues bueno, mi respuesta es vivir.
Pero no de cualquier manera. Propongo ser más intensa y fijarme más en todo.
Hace unos meses, terminé un curso de Atención Plena. Se
trata de ser consciente de todo cuanto hacemos y “quitar el piloto automático”.
A esto se llega a través de la meditación. El curso lo imparten Inma y Joaquín,
dos guías maravillosos del mindfulness. Finalizamos el curso de 8 semanas con
un día de meditación en la naturaleza y esto fue lo que escribí sobre la
experiencia:
“Andar en bicicleta es una de las mayores satisfacciones
que he experimentado. Tendría 7 años cuando mi hermano mayor me enseñó. Ese día
me puse el traje de sentido del humor y en cada caída, la sonrisa afloraba en
mi boca. Daba igual lo que me iba explicando, que si no muevas el manillar, que
si mantente recta en el sillín, que si levanta el pié y da al pedal rápido...lo
que cuenta es cómo te vas sincronizando y finalmente la experiencia.
Es posible que la meditación sea algo así. Puedes leer
acerca de sus beneficios, te pueden explicar cómo hacerla, incluso puedes
pensar que has hecho algo parecido…pero una vez más, lo que cuenta es la
experiencia.
Para mí es un regalo en 5 sentidos. El olor, el gusto, el
tacto, la imagen y el sonido del lugar dónde la hago… y es que la meditación va
de mano de la atención plena, de tus sentidos, del estar presente.
Experiencias como la de Barayo son fundamentales para
entender de qué va esto del mindfulness. El olor a mar, el sonido de la
naturaleza y de su primo el tambor, el tacto suave de la arena en los pies, la
vista en el horizonte y el sabor a ti mismo, son los ingredientes que hacen que
la experiencia sea más que positiva.
La primera meditación en la naturaleza es diferente. Ni
mas fácil ni más difícil, ni mejor ni peor, ni más intensa ni más débil,
ni más larga ni más corta...simplemente es otra cosa a experimentar. 12
personas (número singular), cada una con
su historia, con sus vivencias, con su
fortaleza, con su lucha, con su
templanza… se reúnen y caminan llevando
como aliado al silencio. Casi no nos conocemos, pero hay una unión ahogada, un
respeto feroz, una distancia imaginaria que la sabiduría y el sentimiento
acortan.
Muchas son las cosas que ves y que sientes ese día, el
tambor que suena, salvaje y primitivo que conecta con tu profundidad deseando
seguir el ritmo al más puro estilo Isadora Duncan, los ojos que abro y la piedra en forma de
corazón que aparece allí dónde poso la mirada, la dulce melodía natural, la
cueva profanada por la curiosidad, la guía de tu compañera, un testimonio , la
fuerza y el calor del grupo …pero de todas ellas la imagen de ti mismo, el
encuentro personal, la metáfora de tu yo, planea envolviendo el día.
¡Gracias siempre y salud!"